sábado, 6 de junio de 2009

La Banda de los Angeles...

Eran las 7 de la mañana de aquel 1992, cuando recién llegados de Puno con mi familia. Desempolvábamos los muebles, el piso, las cosas que hace un año atrás olvidamos obligados. Hoy es un sábado y en mi mente aun están los salvajes movimientos que tuve que soportar en el viaje de regreso que hicimos en tren mientras observo el recuerdo del ahora; de nuevo mi barrio.

La casa estaba toda llena de polvo, nos sentíamos ajenos y con miedo a estar ahí, no la reconocíamos ni ella a nosotros, era tan fría e indiferente que no dejaba ingresar ningún rayo de luz a través de las casi inexistentes cortinas añejadas por el desuso y algunos roedores. Las puertas parecían quejarse a manera de lamento cuando las abríamos y ni que decir del techo que parecía reclamar con cada trozo de pintura que desplomaba sobre nosotros.

Mi padre parece explorar el lugar como pidiendo permiso mientras se dirige a la vieja escalera para poder subir al techo, la casa daba la impresión de una cueva por lo oscuro y empolvado que se hallaba. La puerta que daba hacia el segundo piso soltó un grito de agudo pronunciar que nos obligo a arrugar los parpados en ademan de intolerancia, mientras veíamos como tímidos hilos de luz se osaban a entrar y mostrarnos la silueta de mi padre que era tocada por los miles de gramitos de polvo que le daban el aspecto de fotografía vieja a toda la sucia sala.

Este sábado fue esperado por todos hace un año y hoy que estábamos de vuelta y viendo realizado nuestro anhelo parecíamos extrañar el pequeño cuarto del pueblo de Ilave en Puno, sería por lo limpio y medianamente pulcro que estaba a comparación de esta vieja casona olvidada y hoy reclamada.

Mi madre se queja de la suciedad diciéndome:

-ahora tendrás que limpiar Ricardo, mejor la vendíamos y así comprábamos otra por Umacollo o Cayma, este barrio con el tiempo será muy peligroso y mira que estamos viviendo en un esquina; cualquier cosa puede pasarte o a tu hermana-

-pero mamá aquí están mis amigos, mis primeros años, todo el inicio de mi vida está aquí y no creo que se vuelva más peligroso de lo que era cuando la dejamos o tu qué dices papá?-

-a mi me parece que tendremos mucho trabajo, mira estamos prácticamente en un morro, sin agua, sin desagüe, ni luz, es una catástrofe. –

Fue lo último que comentamos este día, limpiar nos tomara por lo menos una semana,el cielo se torna de luto y los postes de luz tímidamente nos obsequian luminosidad, como haciéndonos ver que somso extraños en este barrio, en esta calle.

Apenas dimos la noticia que regresábamos la familia de la abuela nos ofreció su casa para alojarnos mientras ordenábamos y limpiábamos la casa. Estamos durmiendo por unos días en la casa de la hermana de mi abuela Paulina, la tía abuela Martha. Quien nos recibe con bombos y platillos.

Todos están conversando en la sala acerca de cómo nos fue, que el gobierno de Alan García nos ha dejado en la misma miseria, y que ahora el chino es la esperanza, que nos salvara. Que hubiese sido peor si salía ese candidato pituco llamado Mario Vargas Llosa, hablan de porque regresamos tan pronto.

-tan pronto, a mi me parecieron años,-, me digo a mis adentros.

Mientras veo a través del techo del segundo piso de la casa de mis tios abuelos cuando de pronto una voz suave como escondiéndose me dice hola.

-hola, tu eres nuevo verdad?-

Ah que suave voz escucho, da como sueño, mientras volteo un negro color en sus cabellos bailan al ritmo del empolvado viento.

-hola- me dice de nuevo y aun estoy como idiota aquí soñando.

-Hola- le dije,

-si soy nuevo-, eres familia de la señora Martha, me pregunta y le respondo que si,

-acabamos de llegar de Puno-

-entonces eres un serranito-: me dice con una sonrisa burlona.

-¿Por qué, te gustan los serranitos?- le respondo.

Y como que se molestó, me saco la lengua y se ha ido.

-ah engreída-. Escucho el llamado de mamá es hora de comer, las risas se escuchan a través de los cuartos y no cesan.

-ah mira es chinito, como tu hermano José, Lucy- comenta Sonia una de las primas mas bromistas de la familia y no entiendo qué es eso de chinito. Sólo me imagino a bruce lee, cuando dicen chinito.

Ahora todos duermen y yo sigo con esta nostalgia de sentirme un extraño, pero a la vez confusión.

Me pregunto -y ahora que hare, empezar de nuevo, con quien jugare, a donde iré-

Mientras veo el techo ciego de esta casa, estamos en familia es verdad pero no tengo la confianza como para comportarme como tal...

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